Confección de Emelin
Yo cursaba el quinto grado
de secundaria, harta de cambiar cada año de escuela por la separación de mis padres, él era
contador de una gran empresa internacional y mi madre una enfermera que ya
había entregado gran parte de su vida en cuidar a los niños quemados por
incendios o por sus padres; cansada de viajar cada año y no hacer amigos
¡Rayos!
Este es mi último año en el colegio y apenas conozco al pobre portero
de ochenta años.
Llego el día en que se
dieron los cuartos para vivir con mi compañera que por cierto cruzábamos el
mismo año en el mismo salón, pero ya había pasado tres semanas y no la había
visto hasta ese tiempo, hable con ella un par de veces y no sabía mucho de ella
solo que era la hija mayor y que estaba en el mejor ponderado del colegio.
Aquella noche llegue a altas horas de la noche a la residencia de estudiantes,
me había quedado hasta tarde con unas
amigas y cuando llegue a dormir eran más de las tres de la madrugada.
Entre en la habitación tratando
de no hacer ruido para no despertar a mi compañera de cuarto, tampoco encendí
la luz para no molestarla por lo que tuve que avanzar a oscuras empleando solo la luz de
mi teléfono móvil para no golpearme con los muebles. Cuando entre en la cama empecé
a oír unos quejidos ahogados, me quede en silencio para escuchar mejor. El
sonido era como quejidos sin fuerza, imagine que mi compañera había traído a su
novio al cuarto y estaban teniendo una noche apasionada. Pero yo estaba
demasiado cansada para levantarme y buscar otro sitio donde dormir; sin darme
cuenta caí en un profundo sueño entre lamentos y quejidos.
A la mañana siguiente aun
medio dormida siento un líquido que empapa la manta y pegue un salto tras
comprobar que era sangre y sobre mi colcha la cabeza cortada de mi amiga con un
pañuelo en la boca que sirvió de mordaza la noche pasada.
La habitación parece un
matadero, todo está ensangrentado y en la pared escrito con la sangre de mi amiga se podía leer: Suerte que no fuiste tú.

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